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Septiembre 20, 1937
Mi vuelo continúa en el Fiat Divino y, ¡oh! cómo se muestra contento al tener a su criatura en su regazo, con el estar siempre juntos y que obre junto con Él, la compañía de la criatura lo vuelve más feliz de lo que es, porque encuentra quién lo mira, quién lo ama, quién quisiera igualarlo en ser toda suya como el Querer Divino lo es de la criatura; si ama, encuentra quién lo ama; si obra, encuentra quién recibe sus obras; si es ofendido, encuentra quién lo defiende, y muchas veces le hace cambiar la justicia en gracias, por eso todas las estratagemas de amor las hace con esta criatura. Pero mientras mi mente se perdía en el Querer Divino, mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, todo amor me ha dicho:
“Hija mía bendita, el amor de mi Querer no se detiene jamás, va buscando siempre nuevos reencuentros, nuevas invenciones de amor, es más, llega a encerrar a quien vive en Él en los íntimos escondites de sus secretos amorosos, y le hace ver su íntima creación de siempre nuevo y creciente amor, con el cual mantiene a los bienaventurados y a los viadores como dentro de un solo aliento de amor, le descubre nuevos arcanos celestiales de nuestra Divinidad, le da nuevas noticias de hasta dónde puede llegar su potencia amorosa, sus prodigios que puede obrar en quien vive en Él. Siempre y cuando la encuentre en su Voluntad, toma gusto en decirle siempre cosas nuevas y darle nuevas sorpresas de amor; es más, escucha lo que hace: Se empequeñece en la criatura y al mismo tiempo permanece inmenso, y ama en ella para decir:
‘¡Ah! la criatura me ama como la sé amar Yo’.
Y como nada entra en Nosotros que no sea amor, esta mi Voluntad, como empequeñecida en la criatura, todo lo que ella hace lo convierte en amor, si reza, si adora, si obra, convierte todo en amor, y con una potencia toda divina, mi misma Voluntad conduce estos actos de la criatura al seno de nuestra Divinidad y toman su puesto en nuestro amor, y Nosotros estos actos los vemos que son actos nuestros, y sentimos en ellos la plegaria eterna de nuestro amor, nuestra adoración toda de amor, nuestras obras eternas de amor y, ¡oh! cómo quedamos glorificados y felices porque la criatura puede decirnos:
‘Mi oración, mi adoración, mis actos, son eternos y están investidos por vuestro eterno amor, así me los ha hecho vuestra Voluntad Divina, por eso te amo como Tú me amas’.
Y es propiamente esta nuestra locura, nuestro delirio de amor, que queremos hacer y amar en la criatura como hacemos y amamos en Nosotros mismos, pero sólo nuestra Voluntad reinante y obrante en ella puede llegar a tanto, porque Nosotros, si nos abajamos, no es para perder nuestro Ser Divino en lo finito, sino para elevar a la criatura a lo infinito y darle de lo nuestro, y sellar sus más pequeños actos, aun su respiro, su movimiento, con nuestro eterno amor, a fin de que sintamos en ella nuestro respiro de eterno amor, nuestro movimiento en el suyo, que no se mueve si no hace brotar amor. Por eso toda la Creación no fue otra cosa que un desahogo de amor, queríamos hermanarnos con nuestras obras, con las criaturas que sacábamos a la luz para amarnos con un solo amor. Hija mía, qué dolor al no haber sido comprendido esto por las criaturas, por eso no podemos tener el bien de decirle quiénes somos, de hacernos conocer y decirle que no somos otra cosa que amor, y que queremos dar amor para recibir amor; cómo quisiera que todos lo supieran”.
“Escucha hija mía otra sorpresa más grande de nuestro intenso amor, y hasta dónde llegan nuestros delirios de amor: Nuestro Ente Supremo ama tanto a la criatura, que llegamos al exceso de imitarla, nos empequeñecemos, nos encerramos en ella y queremos caminar con sus pies, obrar con sus manos, hablar con su boca, mirar con sus ojos, pensar con su inteligencia, latir y amar en su corazón. Así que para hacer en todo lo que hace y como lo hace la criatura, queremos tener pies, manos, boca, ojos y corazón como los tiene la criatura, y esto se lo pedimos a ella como si Nosotros no fuéramos los dueños absolutos de todo, y le decimos:
‘Amémonos, Nosotros te damos de lo nuestro y tú danos de lo tuyo’. Porque nuestro Ser Supremo, siendo purísimo Espíritu, es paso sin pies, sin caminar se encuentra por todas partes; hace todo, obra todo sin necesidad de manos; es palabra sin boca; es luz, ve todo sin ojos. Y como la amamos mucho nos agrada imitarla, y esto es un invento inmenso de nuestro amor que sólo un Dios puede hacerlo. Ahora, para poder decirle a la criatura, tú debes imitarnos, debes hacer como Nosotros hacemos, le decimos: ‘Queremos imitarte y hacer como haces tú’. Además, es criatura nuestra, obra de nuestras manos creadoras, salida de Nosotros, de dentro de la potencia de nuestro amor creante, por eso no es maravilla si queremos descender en ella como para imitarla y hacer lo que hace y como lo hace ella, esto no es otra cosa que honrarnos a Nosotros mismos y dar mayor importancia a nuestras obras; pero esto solamente lo podemos hacer en la criatura donde reina nuestra Voluntad, en ella todo podemos hacer, desahogarnos en amor, imitarnos recíprocamente, porque en todo se presta a hacer lo que Nosotros queremos; en cambio donde no reina nuestra Voluntad, podemos decir que no podemos hacer nada.
Ahora escucha otra sorpresa de amor que llega a lo increíble. Cuando la criatura nos ha dado la libertad de imitarla, nos ha dado Vida en ella, nos ha dado los pies, las manos, la boca, Nosotros la llamamos a nuestra imitación, y haciéndola entrar en nuestro Ser Divino, la potencia de nuestro Fiat le da el paso sin pies y la hace encontrarse por todas partes, en los ángeles, en los santos, en la Celestial Reina, hasta en nuestro seno divino, y ¡oh! cómo estamos contentos, la criatura no más cercada por la naturaleza humana, sino libre junto con Nosotros, que obra sin manos, habla sin boca, y ¡oh! cuántas palabras, con nuestra palabra nos dice la larga historia de nuestro amor y de nuestro Fiat obrante; siente verterse en ella nuestra eterna sabiduría, y ¡oh! cuántas cosas nos dice de nuestro Ser Divino, habla, habla siempre, y ¡oh! cómo gozamos al escuchar narrar por la criatura lo que Nosotros somos, y tomada por nuestras mismas llamas de amor siente la necesidad de amarnos sin corazón, porque el corazón tiene sus límites, mientras que nuestro amor sin corazón no tiene límites, es inmenso, y la criatura se desembaraza del corazón y ama en nuestro amor infinito. Mira hija mía, ¿se pueden dar sorpresas de amor más bellas que éstas? ¿Sentir el placer, el gusto de imitarla, hacer lo que ella hace como pretexto de amor para luego llamarla a imitarnos y para hacerla hacer lo que hacemos Nosotros? Los abismos de nuestro amor son tantos, y lo que es más, va buscando siempre nuevos inventos de amor”.
Yo no sé decir qué cosa sentía en mi mente, una inmensidad de luz que convirtiéndose en palabras decían tantos inventos de amor de mi Creador; y mi dulce Jesús ha agregado:
“Hija mía, escúchame un poco más, nuestro amor es tanto, que parece que no nos da paz si no hacemos nuevas invenciones de amor para amar y hacernos amar, si esto no hiciéramos nos condenaríamos al ocio, lo que no puede ser en nuestro Ente Supremo porque somos un acto continuado de amor que siempre arde, de obras que nunca tienen fin, nuestra sabiduría es tanta, que siempre hace cosas nuevas. Ahora, en la criatura en la que reina nuestra Voluntad nos encerramos en ella y damos amplio desahogo a nuestro amor, concentramos todo lo que hemos hecho, hacemos, y todo lo que haremos, repetimos en el alma nuestras obras más bellas, nuestros desahogos de amor, las nuevas invenciones de nuestra sabiduría, que sabe hacer tantas, que a la criatura no le es dado el numerarlas todas, y ¡oh! cuántas escenas conmovedoras hacemos, la criatura se convierte en nuestro teatro de amor, en el depósito de nuestras obras que jamás cesan de obrar, en el refugio de nuestras delicias, alegrías, felicidad, en el escondite de nuestros secretos y arcanos celestiales, en la exposición de nuestras variadas bellezas, ¿pero sabes tú para qué? Para gozárnoslas juntos, porque donde reina nuestra Voluntad nada debe faltar de nuestras obras, Ella nos encierra en el alma y nos hace hacer en ella lo que hacemos en Nosotros mismos, y esto porque queremos que sepa quiénes somos Nosotros, qué sabemos hacer, cómo amamos, y para darle una prueba más cierta le damos nuestro amor, la hacemos amar como amamos Nosotros, a fin de que toque con sus propias manos cómo ama y sabe amar un Dios, y para gozar juntos la hacemos hacer juntos lo que hacemos Nosotros. Esto no te debe maravillar, esta es la naturaleza de nuestra Voluntad y del verdadero amor, unificar a la criatura con Nosotros, amarla y hacernos amar por ella como Nosotros la amamos; las disparidades no deben existir, de otra manera sería hacer infeliz a la criatura, viendo que Nosotros la amamos tanto y ella no; al ver que Nosotros sabemos hacer tantas cosas, y ella que no sabe hacer nada, pobre hija, estaría en nuestro Ser Divino bajo el peso de una profunda humillación, como extraña, sin confianza, como una pobre delante a un rico; estas cosas Nosotros no las sabemos hacer, si está con Nosotros, lo que es nuestro debe ser suyo, el vivir en nuestro Fiat es unidad, obras y alegrías comunes, y es esto lo que nos hace más felices y nos da un amplio campo al desahogo de nuestro amor”.
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